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LA BUSQUEDA

LA BUSQUEDA

¡Despierta!... gritó Alfred desde la cima de aquella montaña. No comprendía porque a pesar de lo alto que se encontraba aún no reaccionaba. Comenzó a correr... y no paró hasta quedar exhausto. De repente, lo entendió todo. No podría sentirse vivo hasta encontrar algo que lo estimulase de verdad. Se sentó a la sombra de un gran roble desde el que se podía escuchar el leve susurro del agua traviesa bajando por un arrollo lejano. Miró hacia el cielo azul emborregado de nubes blancas y pensó:
- Siempre busco en lo que los demás me explican que les fascina, pero quizá, a mí me llenaría la vida algo que ellos pasan por alto en las suyas.
Entonces se acordó de Elena. Aquella niña de siete años capaz de disfrutar de un estúpido caracol subiendo por una pequeña roca durante media hora.
- Me encantaría ser como Elena. Recuerdo aquel día cuando le pregunté que tenía de especial aquel animal y ella me contestó que era realmente increible, que ni el peso de su caparazón ni la lentitud de su naturaleza le impiden que trepe decidido por la roca.
- ¡Por fin lo comprendí!. No voy a desviarme nunca más. Pienso escalar por la roca y quizá con el tiempo, incluso pueda disfrutar del camino.

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