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lluviadeideas

Erase una vez que se era,

Erase una vez que se era, Erase una vez que se era, una pequeña niña llamada Dalia. Esta extrovertida niña guardaba un secreto que la hacía tan especial cómo una amapola en medio de un trigal.
Mas que un secreto era un don que poseía desde que habitaba en el vientre de su madre. Su gracia consistía en conocer el secreto de la felicidad.
Dalia era generosa y compartía un poco de su magia con todos. Aunque bien sabía que sólo funcionaba con las personas predispuestas a escuchar, a ella no le importaba y se pasaba las noches rociando a sus amigos con polvo de estrellas para que se impregnaran de todas aquellas características que se necesitaban para ser feliz.
En una madrugada vestida de rojo, de esas en las que él cielo parece que va a arrancar a llorar de la risa en cualquier instante, Dalia decidió rociar a su amigo Julio con el polvo mágico. Llevaba tiempo pensando en aquella idea, quería inundar a su amigo en su mar de alegría para que pudiese ver el mundo desde el mismo prisma que ella.
Se acercó lentamente a su cama y vió como el dormía plácidamente. Llegó a estar tan cerca que compartieron por un instante el oxigeno que necesitaban sus pulmones. Sacó la bolsita azul donde guardaba el polvo de estrella y justo cuando lo salpicó en la cara..., él abrió los ojos y la miró. Julio vió algo en los ojos de Dalia que jamás había soñado ver.
Y desde aquel instante se consideró el hombre más feliz y afortunado del planeta.

8 comentarios

bEíTa -

Todos tenemos esos polvillos mágicos de la felicidad con los que impregnar a los demás. Residen en nuestros gestos, en nuestros sentimientos y acciones hacia cualquier persona. Porque no hay nada más bonito que aportar una chispa de felicidad con tu ayuda al que lo necesita.

María -

Hola chulaaaaaaaa. K el lunes empiezo en el Correo de Andalucía

MARYSA -

holaaaaa

Marta -

Por dios, que ternura!! Que relato más bonito! Me ha encantado, niña!

Salva -

Me encantaría tener la capacidad de hacer felices a mis amigos y la gente que quiero cunado lo desee. Pero aunque no tenga esos 'polvillos', creo que en mi mano, y en la mano de cada uno, está el podr hacer feliz a los nuestros. Ahora hay alguien que me hace feliz sin rociarme con nada, solo con una mirada y un gesto. Quizás esas pequeñas cosas sean para nosotros los polvos mágicos en los que creen los niños en su inocencia.

jesús_ -

me recuerda a otra chica muy especial, que sólo quería pasar el tiempo con sus amigos. Era feliz sólo con eso, pero nadie tenía tiempo para jugar con ella. Los polvos mágicos pueden ser malinterpretados pero allá quien quiera malinterpretar y buscar otras cosas donde no las hay. Ojalá tuviera yo esa inocencia inofensiva de los niños.

Godo -

AY que con tanto calor, el polvo mágico parece otra cosa. Además os veo muy predispuestas a recibirlos

Rut -

Que bonito! yo también quiero que Dalia me rocíe con sus polvitos mágicos. No siempre, porque yo me considero una persona feliz, pero tú sabes, hay diillas en los que los polvos de estrella me vendrían genial.
Besos More!